Querida Tere:
Esta mañana desperté más temprano que de costumbre, porque me pareció escuchar tu voz llamándome : “Papi”, tal como lo hacías cada vez que se te acalambraba una pierna y necesitabas ayuda, pero al mirar el lado derecho de la cama no estabas y entonces apoyé mi cara en tu almohada y disculpa que la haya humedecido con mis lágrimas.Recuerdas que siempre fuimos muy sentimentales y moqueábamos viendo alguna película. Te contaré que, desde que te fuiste moqueo a cada rato y, eso, sin haber encendido el televisor. Hasta ahora no comprendo por qué decidiste irte antes que yo, cuando habíamos quedado en que sería yo el que lo haría primero. Y no comprendo tampoco cómo estando sana, salvo los achaques propios de la avanzada edad: artritis, presión alta, dolores musculares, etc.- y sobre todo habiéndote visitado en la mañana un médico-, te desplomaras de tu silla mientras almorzábamos con nuestra hija Sofía. Los dos,asustados, intentamos levantarte y esto fue posible solo gracias a la ayuda de nuestros vecinos. Pero todo fue en vano. Porque,cuando eras trasladada a la Clínica Vesalio, decidiste dejar este mundo. Pienso ahora que lo hiciste porque deseabas volver a ver a tu padre- quien murió un 17 de octubre, dos días antes que tú, pero de hace 36 años- y tu hermano Juan. Esa debe haber sido la razón aunque la medicina diga que la causante de tu muerte fue una hemorragia intracerebral patológica. Espero que también te hayas encontrado con nuestros buenos y grandes amigos como Miguel Kudaka, Jacinta Hasegawa, José Wu, Felicita Yamamoto, Carmen Hiyane y tantos otros.
En los 52 años, siete meses y 18 días de unión matrimonial, fuiste no solo la mujer que me amó y me estimuló en mi carrera profesional, sino que también fuiste una gran esposa y madre. Yo te agradecía demostrándote mi amor y respeto, y no solo en el ámbito familiar. Porque, la noche en que la APDAYC me homenajeó en el Centro Cultural Peruano Japonés, dije que nada sería sin ti.
Alfredo