AMISTAD Y SENTIMIENTO RECÍPROCOS

150 AÑOS DE LA FIRMA DE UN TRATADO QUE FIJÓ LAS BASES PERMANENTES DE LAS RELACIONES ENTRE PERÚ Y JAPÓN

El emperador Mutsuhito en la era Meiji, se reunió con delegación peruana. Capitán de Navío Aurelio García y García, enviado Extraordinario y Plenipotenciario 

Las relaciones entre Perú y Japón se establecieron oficialmente el 21 de agosto de 1873, al suscribirse el Tratado de Paz, Amistad, Comercio y Navegación (el primero a nivel latinoamericano), el que nació a raíz del incidente ocurrido en el puerto de Yokohama, cuando algunos trabajadores chinos (culíes) que eran transportados (en total 232), desde Macao con destino a la costa peruana, fugaron de la nave María Luz y denunciaron ser víctimas de abuso y secuestro.
La intervención de las misiones diplomáticas extranjeras, a pedido del capitán del barco británico Iron Duke –que había recogido en el mar a un chino con signos de maltrato- obligó a que las autoridades japonesas tomaran cartas en el asunto e investigarán las condiciones en que eran transportados esa partida de inmigrantes; el navío María Luz fue incautado y los “contratados” fueron retornados a la entonces posesión lusa.
Frente el hecho suscitado, el gobierno de Manuel Pardo envió una misión a cargo del alto mando de la Marina de Guerra, encabezado por Aurelio García y García (con título de ministro plenipotenciario), que se reunió con el emperador Mutsuhito en el Salón del Trono de Tokio (Era Meiji); la delegación peruana, tras la entrevista, consideró que era necesario dar forma a un convenio de carácter internacional para cicatrizar la herida y evitar conflictos a futuro.
El original del documento que marcó esa vinculación se halla en el archivo histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores, redactado en español, japonés e inglés, con la firma de García y García y su homólogo del imperio del Japón, Soejima Taneomi.
Previo a ello, según la historia, allá por 1596, se encuentra el registro de residencia en el Perú de Francisco Xapón, un esclavo a órdenes de portugueses que fue comprado por el sacerdote Miguel Jerónimo de Porras y finalmente liberado por la Real Audiencia de Lima al haber recibido el sacramento del bautizo y murió en Córdoba (Argentina).
El censo de 1613, ordenado por el virrey Hurtado de Mendoza, dio cuenta de la presencia de 114 personas procedentes de las Indias Orientales (Asia), de los cuales 20 serían natos de Japón y otros de China y Filipinas; que se dedicaban a diversos oficios, entre ellos en el ámbito de la albañilería y estuvieron a cargo de la construcción del Puente de Piedra, aún vigente que está a espaldas del Palacio de Gobierno, y cruza el río Rímac.
Los vínculos entre Perú y Japón aparecieron en el siglo XVI, cuando se imponía el colonialismo español en América Latina y trataba de extender sus dominios en el Asia. El comercio era el punto neurálgico, mediante las Naos de Manila, que cubrían la ruta bidireccional Filipinas-México.
El 3 de abril de 1899, arriba el buque Sakura Maru a la caleta de Cerro Azul en Cañete (sur de Lima), con 790 súbditos japoneses que eran contratados para realizar labores agrícolas, en las ahora provincias de Cañete, Huaral y Barranca. Hacia 1936 ya sumaban unos 23 mil nipones (isseis, primera generación, procedentes, entre otros prefecturas, de Okinawa, Osaka, Hokkaido e Hiroshima) en territorio peruano, dedicándose a temas empresariales u oficios. En el marco de la II Guerra Mundial, sucedieron diversos hechos, entre ellos: el rompimiento de relaciones diplomáticas, perjuicios sociales antijaponeses, el saqueo a negocios y viviendas (murieron decenas y un número indeterminado de heridos), confiscación de bienes y la deportación de varios centenares a Estados Unidos.
Reconstituyendo horizonte
Tras la trágica conflagración, Perú y Japón restituyeron los lazos diplomáticos; el presidente Manuel Prado Ugarteche, en 1961, fue el primer jefe de Estado de América Latina en realizar una visita oficial a Japón. Asimismo, los entonces príncipes Akihito y Michiko arribaron a Perú e incluso inauguraron el moderno edificio del Centro Cultural Peruano Japonés (1967) en el distrito limeño de Jesús María.
Las graves dificultades y la discriminación que sufrieron los japoneses fueron allanadas y se inició un proceso de articulación en todos los ámbitos (a través de los niseis y sansei), desde lo social, económico y hasta político; recordemos que en 1978 fue elegido como constituyente Manuel Kawashita Nagano y en 1990 presidente de la República Alberto Fujimori, en ese interín también recibieron el voto y respaldo popular legisladores de ascendencia japonesa; los iseis cargan un gran legado en esa vía de consolidación.
En contraparte, a partir de 1989, debido a la grave situación económica que vivía el Perú, varios miles de peruanos, (de ascendencia japonesa) emigraron hacia Japón a través del programa kasegi, para cubrir la mano de obra que requería el imperio del Sol Naciente; los que han decidido afincarse, por cierto, abren otro espacio hacia el futuro.
Según cálculos actualizados de la Asociación Peruano Japonesa (APJ), en convenio con la RENIEC, se estima referencialmente que la población nikkei suma 200 mil personas, tomando como base el apellido, aunque se considera que la cifra es mayor si se tiene en cuenta el ancestro y que los apellidos variaron al momento de la inscripción.

El presidente constitucional Fernando Belaúnde y los príncipes Akihito y Michiko, en la inauguración del Centro Cultural Peruano Japónes (CCPJ) en 1967, en el distrito capitalino de Jesús María. (Foto cortesía: Asociación Peruano Japonesa)

 

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