El primero en su responsabilidad de emperador
El emperador Naruhito celebró su sexagésimo natalicio, el primero en el Trono del Crisantemo al que accedió en imponente ceremonia en octubre pasado, tras la abdicación de su padre, Akihito, aunque estuvo empañado por la aparición del coronavirus y los altibajos en la salud emocional de la emperatriz Masako; ello impidió que la pareja imperial saliera al balcón de Palacio para saludar a los súbditos.
En su onomástico, Naruhito ofreció una conferencia de prensa, acaso para mantener contacto público, y en sus declaraciones expresó su total respaldo a los portadores e infectados por el virus que apareció en la ciudad china de Wuhan, como los pasajeros del transatlántico Diamond Pacific; asimismo, hizo mención a la depresión (trastorno de adaptación, pues ella era plebeya) que acompaña a la cónyuge desde que se desposaron, y que tuvo un momento muy crítico cuando nació, diez años después, su única hija Aiko (princesa Toshi), lo que significó un duro golpe en la corte que demandaba un varón: “No quiero que ella se fatigue y está en camino de su recuperación”, acotó.
Perteneciente a la dinastía Yamato y cuyo nombre es Hiro no miya Naruhito Shinno, Naruhito desde adolescente ha mantenido cierta independencia de los deberes imperiales tradicionales, como que tuvo la oportunidad de elegir su propia educación y perseguir sus sueños; se graduó en historia, llevando estudios en la Universidad de Gakushuin y Oxford (Gran Bretaña), toca viola y violín, y gusta recorrer el mundo para conocer costumbres y sociedades diferentes a la del Japón.
Sin embargo, eso no fue óbice, para reemplazar a su padre y representar al país del Sol Naciente en actos oficiales en el exterior, incluso presidió la Junta Asesora de Naciones Unidas sobre Agua y Saneamiento por nueve años.
Con Naruhito se abrió la era Reiwa (Bella Armonía), tomado de Mayoshu –antología poética antigua- y en su primer mensaje se comprometió a continuar los pasos de su padre –Akihito- y cumplir con los deberes que le corresponden, elevando oraciones por la paz mundial y la felicidad del pueblo japonés.
A pesar del cargo, Naruhito, con la emperatriz Masako, continúan –como lo hicieron de príncipes- en forma activa con la crianza y educación de Aiko.