SONRISA PERMANENTE EN EL RECUERDO

In Memoriam a Manuela Salhuana de Lichang

En el hermoso valle de Chincha (Ica), entre viñas y frutales, de la casa hacienda familiar de la abuela doña Manuela, nació nuestra amada Mamá Manuela un 9 de octubre de 1920, de padres católicos y comprometidos en el servicio de Dios.
Nuestra progenitora pertenecía a una familia que cultivaba el arte, cuyo respeto a la naturaleza y a quienes eran sus colaboradores era el día a día en el entorno social y laboral.
Hija de don Ismael Salhuana, maestro y docente del arte, siempre acudía al llamado de los eventos religiosos, acompañado de su entrañable hija Manuela, la cual destacaba como solista y el estar en compañía de su padre era estimulada por su madre Domitila, mujer extraordinaria.
La niña Manuela en sus vacaciones disfrutaba de paseos con su abuela, demostrando desde tierna niñez obediencia, respeto y complacencia, comprometida con el espíritu familiar. Pasado el tiempo, la niña se transformó en una joven maravillosa, agradable, bonita, trabajadora, de alegría innata (el canto siempre era su compañero inseparable), con iniciativa innata y dulce en las atenciones a sus mayores.
En este caminar, animada en su preparación de venir a la capital (Lima) para estudios superiores, siguiendo el ejemplo de sus hermanos mayores, el destino hizo que conociera a un fino y respetado caballero procedente de China, de grandes cualidades morales y de visión comercial, fundador de una empresa con un modelo innovador, atractivo en la venta y distribución de productos de abarrotes y bazar que cautivó a chinchanos y a poblaciones de haciendas perimétricas, llamada “La Económica”.
En esa naciente amistad, el ciudadano chino apreció en Manuela, valores, hermosa imagen y esta relación culminó en matrimonio. Al casarse, Manuela demostró identificación plena con su consorte en metas y puso de manifiesto su gran espíritu de trabajo, capacidad, creatividad, sagacidad, orden, pulcritud, ….
El incondicional apoyo como compañera y docilidad en aprender una nueva cultura que le era transmitido por su esposo con sabiduría y amor, dada la lozanía y tierna juventud de Manuela, la empresa creció con un rostro mixto en su administración y atención. De esta unión nacieron dos hijas, Blanca y Dora, que han recibido un invalorable patrimonio espiritual.
El tiempo corría y la pareja decidió establecerse en Lima. En ese proceso un fatal accidente cegó la vida del esposo dejándola desprovista del gran amor y de los conocimientos de transferencia comercial que estaban haciendo.
Manuela en esta parte de su vida tuvo que afrontar retos, la muerte prematura de su esposo y, luego a los pocos días, la de su madre. Ella los asumió con fe, esperanza y fortaleza porque tenía criaturas (de 4 años y un año, respectivamente) a quienes tenía que criar y educar. No se refugió ni se enterró en su viudez. Puso música a su vida.
Decidió, entonces, quedarse en Chincha porque era su tierra y su gente le era conocida y con fuerza cambió inmediatamente el rubro del negocio a bazar y zapatería, cautivando con simpatía y don de gente a otros estratos de la provincia, mereciendo respeto, confianza, admiración y cariño de clientes (de allí la presencia de numerosos ahijados).
Tiempo muy difícil, pero su aliada era la fresca juventud, llena de energía y alegría aun en la adversidad que compartía con sus clientes. Las noches eran días para ella que aprovechaba en ordenar los temas contables, ya que durante el horario laboral orientaba a sus colaboradoras en atender a la creciente demanda.
No había tiempo para celebraciones, salvo agradecer a Dios y esperar con amor y gratitud al Cristo Morado, que en su tradicional recorrido se detenía frente al establecimiento para el merecido homenaje. Pero aun así no se despreocupaba de sus hijas, siempre cercanas. Ellas gozaban del esmerado apoyo, siempre bajo el ojo supervisor.
En el aspecto escolar ella había instalado en el negocio una carpeta cercana al área donde se encontraba para que, al término de las clases, las enseñanzas sean reforzadas con la presencia de una profesora particular, para luego, al final del día, fueran las lecciones tomadas por mamá.
Toda la primavera de su vida dedicada a sus niñas, compartiendo con gozo la infancia de ellas, momentos hermosos e inolvidables, matizando los domingos en el campo o en el mar. En el peregrinaje por la vida iluminada por Dios, la sabiduría de Manuela proyecta los estudios de sus hijas en la universidad, con el reto de ir a Lima, un mundo desconocido, una ciudad diferente.
Decidió enfrentar la capital con voluntad y coraje además de su fe inquebrantable. Fue el reencuentro con la familia china del esposo, abanico de nuevas posibilidades, asesoramiento para abrir negocios y evaluar la situación en un ambiente diferente.
Ella optó por estar cerca a sus hijas, orientarlas en su formación; en esta etapa se enriqueció de la cultura china manteniendo una relación estrecha, feliz e inolvidable con la familia del esposo. Estuvo, pues, siempre cerca en la preparación de sus hijas para el ingreso a claustros universitarios con el firme deseo que fueran excelentes profesionales.
Ese desarrollo familiar se transformó en trinidad permanente.
Como olvidar esos tiempos. El rostro dulce de mamá al conocer a nuestros condiscípulos, a nuestros amigos del trabajo y darles la bienvenida a nuestro hogar: sonrisa eterna y corazón lleno de bondad, especialmente en los cumpleaños nuestros como si fuéramos niñas, se adelantaba a la fecha para recordarnos de invitar a nuestros allegados.
Continúa el peregrinaje en la vida y Dios permitió que mamá tuviera una segunda experiencia en su vida empresarial, esta vez en el verano y otoño de la vida acompañada de sus hijas ya profesionales. Con visión y sapiencia decidió fundar un establecimiento farmacéutico, administrada por ella y asesorada en la parte farmacéutica por sus herederas, las que alternaban horarios de asistencia con trabajos paralelos en otras instituciones. Eso sí, contando un área dedicado a la difusión de la cultura china.
Tiempos hermosos en que la presencia de la señora Manuela era reclamada por los clientes. Preguntaban por la “doctora”, porque ella reforzaba el tratamiento médico con recomendaciones personales. En paralelo, desplegaba incansable labor de supervisión cuidando el decorado y la higiene, además del puntual mantenimiento de presentación y funcionamiento. Nunca faltó la música de acuerdo al momento.
Siempre pendiente de celebrar con el público fechas especiales, momentos que están registrados en la historia de nuestra inolvidable farmacia Yoc–Lin: Navidad, Año Nuevo Occidental, Año Nuevo chino, Día de la Amistad, Semana Santa y Pascua de Resurrección, Día de la Madre y del Padre, Fiestas Patrias, Día de la Primavera, Adviento – Navidad.
Cómo olvidar saludos fraternos a nuestros clientes y a nuestros amigos del comercio ambulatorio que se encontraban en las calles al cerrar el establecimiento y con quienes compartíamos el saludo navideño al tocar las 12 campanadas.
Como no tener siempre presente las festividades del Año Nuevo con la farmacia llena de globos amarillos y música que invitaba al baile y regalos que Manuela preparaba con cariño para cada visitante. Y las festividades del Año Nuevo chino con la plena participación de la clientela que desde temprano esperaba la llegada del Dragón y los Leones al son de los tambores, y luego disfrutando de bocaditos chinos.
Como no recordar los hermosos días de Fiestas Patrias, con el marco del Himno Nacional o la marcha de banderas, música que motivaba que los agentes de seguridad se pusieran en posición de atención o en otro momento sorprender a un cliente bailando al son de la marinera en el frontis de la farmacia.
Como dejar de lado nuestras “escapadas”, en los fines de semana largos, disfrutando las tres de la campiña en Chincha, gozando de la riqueza de sus frutas y de su alegre gente y en otros momentos de la brisa marina en un amanecer o en una puesta de sol en el querido Paracas.
Como no recordar en otros momentos gozar de la hermosa Semana Santa en los distritos de Chincha, donde nuestros queridos paisanos brindaban en el ofertorio los productos de la tierra cantando todo el pueblo el ¡Oh, Dios Eucaristía!.
Como olvidar que fuimos los primeros en instalarnos en ese centro comercial de San Borja, conjuntamente con la tradicional panadería Ebony, rodeada del verdor de un parque donde se dieron hermosas anécdotas. Como no agradecer a Dios. Cada rostro, cada lugar es un recuerdo.
Tampoco queda en el papel cuando, silenciosamente, después de casi 30 años acordamos dejar la farmacia para compartir siempre juntas el calor hogareño. En las tres décadas, Manuela fue infaltable en su asistencia puntual, tenaz y perseverante, atendiendo con dosis de bondadosa sonrisa. Carisma y alegría que cautivaba a toda persona, aun al enojado o al posible amigo de lo ajeno; espíritu de sacrifico, fortaleza y valentía para soportar momentos muy difíciles como el terrorismo, recesión económica, con inquebrantable fe en Dios.
Queda grabado en nuestros corazones en que un Domingo de Pascua de Resurrección entre palmas y olivos dijimos adiós a la farmacia Yoc-Lin, agradeciendo al Todopoderoso que haya permitido a Manuela conducirnos con salud y gozo en el corazón, y recibiendo cariño, admiración, respeto, gratitud y reconocimiento de la comunidad de San Borja y también de corazones amigos de otros lugares de Lima, de nuestro país del Perú y el mundo. En todo momento de su vida la acompaño su eterna sonrisa, alegría, discreción, perdón, generosidad, paz, amor al prójimo, inquebrantable fe y permanente gratitud a Dios.
Muchos amigos han expresado en hermosas frases de lo que representó y representa Manuela en sus vidas, entre ellos: Monseñor Barreto, General PNP Ketin Vidal, Dr. Alberto Tejada, Coronel Marco Álvarez, Pastor Humberto Lay, Ingeniero Fernando Ríos, Dra. Inés del Águila, Dra. Lourdes Indacochea, Dr. Sánchez Palacios, Sr. Rhony Alhalel, Dra. Rosario Garland, Dra. Luz Salgado, Dr. Víctor Yamamoto, Dra. Elena Benavides, Dr. Augusto Salhuana, Ingeniero Eduardo Wong, Dra. Bertha de la Torre, Sra. Patricia Li Chice, Sr. Charles Kwok, Dr. Stefan Karol Czak, Ingeniero Hans Martin Fisher, Dra. Cristina Bapst, Ingeniero Peter Kwok, Sra. Shui Ying de Kwok, Sra. Li Weiying, Sra. Carmen Li de Shu, Sr. Mario Chang, Sra. Roxana Lock; Sr. Arturo Li, Sr. Felix Li. Sr. VictorLau Kong y, Dra. Elisa Miranda.

Doña Manuela o Mamá Manuela no se ha ido, está siempre presente.
Blanca y Dora Lichang Salhuana

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